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Desmontando ocho mitos sobre la deuda pública y las políticas fiscales europeas

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Desenmascarar la Mitología Fiscal – Un informe de Finance Watch – Resumen

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Europa se enfrenta a serios desafíos medioambientales, económicos y sociales que exigen replantear la intervención pública. Carentes de la libertad que desearían, los gobiernos europeos desarrollan políticas fiscales y socioeconómicas limitadas por un laberinto autoimpuesto de normas de gobernanza económica. Dichas normas se construyen sobre la base de una serie de ideas discutibles que giran en torno a la deuda pública y el papel que desempeña el Estado. Este artículo se centra en desmontar  ocho ideas que se suelen promulgar con frecuencia:

MITO 1 – EXCESO DE DEUDA

El debate público confía demasiado en umbrales de deuda sobre PIB arbitrarios para medir la sostenibilidad de la deuda, ignorando los verdaderos factores que pueden explicar la situación.

Entre ellos podemos encontrar la evolución de los ingresos públicos, el tipo de interés, la composición de la deuda (es decir, la moneda de denominación, propiedad, estructura de vencimientos), la diferencia entre tipos de interés y tasa de crecimiento y la acumulación de riesgos fiscales. El pago de intereses sobre los ingresos públicos (flujo-flujo) parece ser un indicador indirecto más pertinente de la sostenibilidad de la deuda que el endeudamiento público sobre PIB (flujo-fondos).

MITO 2 – INFLACIÓN

Una creciente preocupación se centra en una posible vuelta de la inflación, que elevaría los tipos de interés, haciendo insostenible la deuda.

Sin embargo , los análisis muestran una historia diferente: una situación en la que el riesgo no es lo más apremiante, puesto que la inflación y los tipos de interés vienen impulsados por factores estructurales, siendo poco probable que cambien en el futuro inmediato. Temporalmente , se puede esperar una inflación medida a corto plazo, no un crecimiento sostenido de la inflación y de los tipos de interés.

MITO 3 – CARGA FUTURA

La deuda pública a menudo se proyecta como una carga injusta para las generaciones futuras.

La historia de la «equidad intergeneracional» exagera el tema recurrente de la responsabilidad en torno  a la deuda al tiempo que ignora tres argumentos fundamentales.

Primero: la equidad intergeneracional exige una inversión que construye un mundo resistente y sostenible. Sin esa inversión, los gobiernos se quedarían atrás en su intento de atender las necesidades más elementales de las futuras generaciones. Los costes de inversión tendrán menor peso sobre las futuras generaciones que los costes de no hacerlo.

Segundo, la deuda ofrece una forma legítima de repartir los costes entre todas las generaciones beneficiarias cuando aporta financiación para inversiones en educación, investigación, innovación, estructuras sostenibles y resistentes y capacidades productivas.

Tercero, el contexto actual de tipos de interés muy bajos ofrece la oportunidad de garantizar costes de financiación bajos y a largo plazo, lo que alivia la carga de la deuda para las generaciones futuras.

La equidad intergeneracional exige entender la sostenibilidad de la deuda en relación con la sostenibilidad del mundo. En un contexto donde no puede existir deuda sostenible sin un mundo sostenible, Europa debe pasar de un énfasis excesivo en la cantidad de gasto público a una promesa de asegurar su calidad.

MITO 4 – EFECTO DE EXCLUSIÓN

Frecuentemente se ignora la inversión pública con el argumento de que excluiría una inversión privada más productiva.

En efecto , esta afirmación  no tiene en cuenta tres motivos.

Primero, no puede existir un efecto de exclusión en el entorno global actual de liquidez excesiva y ahorro.

Segundo, la provisión de bienes públicos, el desarrollo de la resistencia y la mitigación del cambio climático necesita dinero público, ya que no se puede esperar que las inversiones relacionadas sean únicamente financiadas con fondos privados.

Tercero, las inversiones públicas de calidad pueden estimular y encauzar la economía hacia objetivos socialmente deseables. Este efecto de exclusión, dependiente del multiplicador fiscal, resulta particularmente fuerte durante las recesiones y los periodos con tipos de interés bajos.

Lejos de ser antagónicas, las inversiones públicas y privadas deben verse por lo que son; es decir, complementarias.

MITO 5 – DESPILFARROS

A menudo, se acusa a los países de la UE con niveles relativamente elevados de deuda pública para con otros Estados miembros de vivir «por encima de sus posibilidades».

Un vistazo más cercano muestra una imagen más matizada. Si bien no existen pruebas que demuestren un gasto social excesivo o menores horas de trabajo, una proporción significativa de deuda pública parece ser herencia de eventos inesperados, como la crisis financiera de 2007-2009 o la actual pandemia de Covid-19. En numerosos  casos, los niveles elevados de endeudamiento público representan el legado de los altos tipos de interés que predominaron en la década de los 80 y 90 y no de las supuestas políticas fiscales irresponsables que se llevaron a cabo desde entonces. Por ejemplo, Italia es un caso concreto de esto, ya que soportó un rendimiento medio de los bonos del Estado a 10 años del 14 % entre 1980 y 1993, con un pico que sobrepasó el 20 % en 1982, y alcanzó superávits primarios continuos durante las últimas décadas.

MITO 6 – ANALOGÍA DEL SUPERÁVIT PRESUPUESTARIO

Utilizando la analogía del hogar, el superávit del presupuesto público se presenta con frecuencia como una necesidad para cubrir las deudas y crear un «margen fiscal».

Este debate pone de manifiesto dos problemas principales: Primero, un superávit en presupuesto público significa que el gobierno recibe de la sociedad más de lo que le aporta. Tener como objetivo superávits presupuestarios resulta ser contraproducente cuando los tipos de interés caen por debajo de la tasa de crecimiento y cuando azota una crisis económica, mientras que  tiene poca importancia si se compara con la inversión para construir una sociedad sostenible y resistente, como ha quedado probado mediante la importancia de los riesgos fiscales relacionados con la sostenibilidad. Segundo, los desequilibrios comerciales intracomunitarios siguen dificultando las perspectivas de cada Estado miembro para lograr los consiguientes superávits presupuestarios.

En lugar de recortar el gasto para cumplir con normas fiscales arbitrarias y numéricas, la Unión Europea y sus Estados miembro deberían poner el foco en inversiones que contribuyan a desarrollar una economía sostenible y resistente, abalanzándose sobre los tipos de interés que actualmente están en lo más bajo para reducir los riesgos fiscales, aumentar las estructuras de vencimiento y disminuir el coste de los intereses de la deuda. Proteger mejor los presupuestos públicos de los cambios en la confianza del mercado implica una política monetaria que garantice un acceso permanente al mercado a los gobiernos en condiciones favorables así como en calidad de «prestamista de última instancia» más fuerte. Se debería facilitar una reestructuración ordenada de la deuda soberana cuando esta se vuelva insostenible. Por último, las políticas deberían hacer frente a los desequilibrios comerciales intracomunitarios.

MITO 7 – LIMITADOS POR LA NORMATIVA

Las políticas fiscales de la UE se presentan como un paquete de límites estrictos diseñados para evitar el sesgo del déficit de los políticos.

Mientras tanto , los límites fiscales elegidos carecen de justificación económica; si bien el 60 % de la deuda sobre PIB era solo una media de los 12 países de la UE de entonces, el límite de déficit del 3 % es la herencia económica injustificada de su uso anterior en Francia. Mientras que la ratio de endeudamiento con respecto al PIB cuenta con importantes fallos de concepto –como la inconmensurabilidad y la incoherencia temporal–, la sostenibilidad de la deuda requiere algo más que lograr un umbral específico.

MITO 8 – AMPLIO MARGEN DE MANIOBRA

Por lo general, las normas fiscales europeas se presentan como lo suficientemente flexibles.

Sin embargo, la flexibilidad brilla por su ausencia y las normas frenan el crecimiento y el empleo impidiendo que Europa logre sus objetivos medioambientales y sociales. Las reformas deben tener como objetivo mejorar la calidad del gasto, tener más en cuenta el contexto y dar prioridad a largo plazo a la sostenibilidad social y medioambiental por encima de las restricciones fiscales arbitrarias.

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See also our cartoons on Fiscal Policy (in English):

The Covid pandemic showed how a lack of public investment can cost us dearly (E.g. health infrastructure): EU must secure some qualitative public investments. Problem: EU fiscal rules are blind to climate or resilience-related fiscal risks, thereby blocking mitigation action

EU fiscal rules rely on arbitrary debt-to-GDP thresholds to gauge debt sustainability, overlooking true explanatory factors (evolution of government revenue, interest rate, debt composition, differential between interest & growth rates, the building up of fiscal risks…)

This is irresponsible: in an economic future disrupted by Covid-like crises, public purses won’t fill up to service the debt. Assessment of debt sustainability should factor in the risks derived from under-investing in the ecological transition or in health infrastructure 

…especially as our fiscal framework relies on debatable assumptions on public debt & the role of states! We debunk 8 myths in our report “Fiscal Mythology Unmasked“. Comparing household & state budgets is one – the so-called Household Fallacy

A closer look at our EU fiscal rules reveals that even the main quantitative thresholds are arbitrary. They have no proven link with the actual capacity of states to reimburse public debt

Likewise, unjustified fears related to inflation risks block a most needed debate on the need for more and better public investment and recovery plans.

Overall, the suspension of the Stability and Growth Pact (SGP) and the upcoming review of the EU economic governance are THE opportunity to get things right. But we need to hear civil society and academic voices too…

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